“En nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres”, lamentó.
Esta clara denuncia de las desigualdades económicas subraya la continuidad con algunos elementos del pontificado del papa Francisco, aunque con un estilo más formal, evidenciado por su decisión de llevar la tradicional capa roja papal (mozzetta) para recibir a las delegaciones oficiales, un detalle que ha complacido a los sectores más tradicionalistas de la Iglesia.
“Nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad. Nosotros queremos decirle al mundo, con humildad y alegría: ¡miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela!”, exclamó durante su homilía.
Presencia internacional y momentos destacadosEl papa recorrió la Plaza de San Pedro en el papamóvil antes de la ceremonia, siendo esta su primera aparición en el vehículo emblemático. Saludó a la multitud, que aplaudía entusiasmada mientras ondeaba banderas y capturaba el momento con sus teléfonos móviles.
Estados Unidos, país natal del pontífice, estuvo representado por el vicepresidente JD Vance, converso al catolicismo en 2019, y el secretario de Estado Marco Rubio, de origen cubano y también católico. Vance, sentado en primera fila, protagonizó uno de los momentos más comentados al levantarse para estrechar la mano del presidente ucraniano Volodimir Zelensky en un gesto de distensión tras su tenso encuentro de febrero en el Despacho Oval.
La doble nacionalidad del pontífice quedó patente en la disposición protocolar: las delegaciones de Estados Unidos y Perú ocuparon lugares preferentes en la ceremonia. La presidenta peruana Dina Boluarte encabezó una nutrida representación latinoamericana que incluyó a los presidentes Gustavo Petro de Colombia, Daniel Noboa de Ecuador y Santiago Peña de Paraguay.
Entre los asistentes europeos destacaron los reyes de España, Felipe VI con uniforme de gala y la reina Letizia vestida de blanco con mantilla, en virtud del privilegio que ostentan algunas reinas de países católicos. También asistieron la primera ministra italiana Giorgia Meloni, el nuevo canciller alemán Friedrich Merz y numerosos jefes de Estado y gobierno europeos.
La ceremonia incluyó representantes de 36 iglesias cristianas y delegaciones de otras religiones, incluyendo un grupo de 13 miembros de la comunidad judía, la mitad de ellos rabinos, así como representantes budistas, musulmanes, zoroastrianos, hindúes, sijs y jainistas.
Al final de la misa, el papa expresó su esperanza por negociaciones que traigan una “paz justa y duradera” en Ucrania y ofreció oraciones por la población de Gaza.
“No podemos olvidar a nuestros hermanos y hermanas que sufren a causa de las guerras. En Gaza, los niños, las familias y los ancianos son llevados al hambre”, afirmó ante la multitud.
León XIV también recordó con afecto a su predecesor: “La muerte del papa Francisco ha llenado de tristeza nuestros corazones y, en esas horas difíciles, nos hemos sentido como esas multitudes que el Evangelio describe ‘como ovejas que no tienen pastor’”, dijo, provocando un espontáneo aplauso entre los fieles presentes.
Antes de la misa, el papa había visitado la tumba de San Pedro, ubicada bajo el altar de la basílica. Allí rezó ante los símbolos papales que posteriormente recibiría durante la ceremonia, en un gesto de humildad y continuidad con la tradición apostólica.
En el altar dispuesto en la Plaza de San Pedro se pudo ver la réplica del icono de la Virgen del Buen Consejo custodiado por la Orden de San Agustín, a la que el papa pertenece, en un detalle que refleja la importancia que su familia religiosa tendrá en su pontificado.
Las autoridades italianas desplegaron rigurosas medidas de seguridad para esta ceremonia, retransmitida a nivel mundial, como ya habían hecho para el funeral del papa Francisco el 26 de abril. La Santa Sede informó que unas 200.000 personas se congregaron en la plaza y calles adyacentes para presenciar este histórico momento.
Los desafíos para el nuevo pontíficeLeón XIV, sucesor del carismático Francisco, hereda una Iglesia católica que enfrenta numerosos desafíos, desde los persistentes escándalos de abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes hasta debates sobre el papel de las mujeres en la institución y la cuestión del celibato sacerdotal.
Durante su primera semana como papa, León XIV ya había aprovechado sus audiencias para lanzar sus primeros llamamientos, desde la liberación de periodistas encarcelados hasta ofrecer mediación en conflictos internacionales.
Frente al cuerpo diplomático, el viernes pasado, insistió en su compromiso social y pidió luchar contra las “desigualdades mundiales” y las “condiciones de trabajo indignas”, al tiempo que defendió su visión de la “familia basada en la unión estable de un hombre y una mujer”.